Por Andrés Rius , Fernando Isabella , Santiago Picasso.
Introducción
En un recorte de prensa de junio de 2020, publicado en el New York Times (Leonhardt y Leatherby, 2020), se hacía notar cómo Estados Unidos, Brasil, Rusia, Gran Bretaña y México tenían el mayor número de casos de covid-19 per cápita en países con más de 50 millones de habitantes. Los autores de la publicación notaban que existía un patrón común en dichos países. Todos eran gobernados por líderes catalogados como populistas, y sugerían la posibilidad de una relación causal entre estos dos hechos.
A partir de esta apreciación comenzamos a responder la pregunta: ¿existen diferencias relevantes entre las formas de enfrentar la pandemia por parte de gobiernos catalogados como populistas y aquellos que no?
El populismo implica una “visión moral del mundo” en la que se antagoniza un “pueblo”, que es ante todo bueno, y una “élite” corrupta.
La pandemia de la covid-19 significó una coyuntura extrema de desnacionalización política, en el sentido de que las políticas recomendadas y adoptadas son comunes a todas las latitudes y permanentemente repetidas por exponentes de las “élites científicas internacionales”. Así, como el virus y sus formas de propagación son similares a nivel global, quedó poco margen para una actuación diferenciada de la política nacional. Además, muchas de las recomendaciones de la comunidad científica y los organismos multilaterales fueron en el sentido del recorte provisorio de derechos, lo que es interpretable, en el marco mencionado “élite corrupta vs pueblo”, como un intento de control generalizado y de sumisión ante la élite o como parte de una conspiración internacional “contra el pueblo”.
La desconfianza hacia la “élite tecnocrática” trasnacional propia de los populismos (Eberl et al., 2021) llevaría a esperar una ausencia en la adopción de medidas de prevención, a menos que la población entienda y confíe en que son políticas sanitarias indispensables. Asimismo, los liderazgos altamente personalizados y la falta de apoyos político-institucionalizados, ambas características de los populismos, incrementan la probabilidad de decisiones a base de impulsos personales, “olfato político”, sin consultas técnicas y sin filtros de contrapesos de poder en la estructura institucional del país (por ejemplo parlamentos, tribunales), ni del propio partido (Ruth, 2018).
De esta manera, como muestran algunos trabajos recientes (Kavakli, 2020, Bayerlein et al., 2021), en primera instancia sería esperable una falta de reacción en términos de políticas públicas por parte de los gobiernos populistas, desoyendo a estos actores que no representarían la voluntad popular.
Antes de seguir, ¿qué es el populismo?
El populismo es un concepto contestado, siempre ha estado en disputa; sin embargo, en los últimos años se han establecido ciertos estándares mínimos para definirlo. Muchas veces se lo ha utilizado en la disciplina económica pasando por alto el proceso histórico de acumulación al respecto desde otras disciplinas, como la ciencia política (Kaltwasser, 2018).
Las definiciones desde la ciencia política permiten estudiar estos liderazgos, considerando la retórica y la relación del líder con el pueblo, pero sin atarse a una determinada forma de hacer política. Así, surgen definiciones político-institucionales y discursivas (Norris, 2020).
En este trabajo adoptamos una definición de populismo como una forma retórica de hacer política, en la que el discurso está determinado por dos características básicas: (i) la única autoridad legítima fluye directamente de la “voluntad del pueblo” (“los ciudadanos de nuestro país”), y (ii) el enemigo del pueblo es el “establishment” (Norris, 2020).
El vínculo entre el Populismo y la pandemia
La relación entre ciencia y populismo ha sido históricamente compleja; ambos fenómenos presentan métodos disonantes. Mientras una se basa en que las respuestas no son únicas ni simples, otro acude a soluciones rápidas, sencillas y frecuentemente con un trasfondo en su razonamiento que tiende a antagonizar, donde la arena política necesariamente se constituye en dos bandos de buenos y malos. Una apela a la razón, mientras que el otro apela a sentimientos que trascienden la evidencia. Por esto, parece difícil que ambas convivan armoniosamente. El populismo presenta la particularidad de ser un movimiento que busca enemigos para subsistir y muchas veces la ciencia, y las instituciones que la amparan, son candidatos ideales para poner la máquina populista en acción (Lasco y Curato, 2019).
La pandemia fue un contexto propicio para identificar en la ciencia a un enemigo común por parte del discurso populista. Así, la élite intelectual en términos generales y la ciencia en particular fueron blanco de ataque del discurso populista, elemento que no es novedoso. En este sentido, hay trabajos anteriores a la actual pandemia que muestran un conflicto entre la intelectualidad y el populismo, donde se observa cómo la exposición al populismo refuerza el sentimiento de antiintelectualidad de algunos electores.
En un contexto de pandemia esta relación conflictiva se hizo evidente y trajo consecuencias tangibles en la política pública. En primer lugar, restringió los incentivos de los gobernantes a tomar medidas. Stecula y Pickup (2021) muestran un vínculo significativo entre posiciones populistas y una mayor probabilidad de creer en teorías conspirativas. Esto trae como corolario un comportamiento individual diferenciado de los electores populistas, que, en promedio, actúan tomando menos precauciones para evitar contagios.
Todos estos resultados muestran la importancia de considerar las consecuencias del populismo en las decisiones de política pública, ya que tienen efectos tangibles que, en algunos casos, han afectado negativamente la condición sanitaria de las poblaciones.
Hipótesis
A partir del repaso conceptual previo, era esperable observar que los gobiernos populistas tuviesen políticas públicas de menor intensidad para contener la enfermedad al inicio de la pandemia. En este sentido es que exploramos la siguiente hipótesis:
Los gobiernos populistas tuvieron una menor respuesta a la pandemia en materia de políticas públicas en los primeros momentos de irrupción de la covid-19, en comparación con gobiernos no populistas.
A estos efectos, observaremos la reacción durante la primera semana de irrupción de la pandemia en cada país diferenciadamente de los períodos posteriores. Pero la propia evolución de la pandemia hace importante observar las respuestas en diferentes momentos de ésta, de forma de poder medir si existieron diferencias significativas a lo largo del transcurso de la pandemia. Podría esperarse que la escasa respuesta inicial (“tardía”) deba ser compensada en los momentos siguientes.
Datos y resultados
Nuestro principal interés es observar la respuesta gubernamental a la pandemia en diferentes países según el tipo de gobierno. Para esto utilizamos dos bases de datos principales. Por un lado la base que surge de la encuesta Global Party Survey (GPS) (Norris, 2020). Esta encuesta mide los valores que representan a los partidos políticos. Mediante esta fuente de datos se identifica si los partidos de gobierno cumplen con la definición de populismo establecida por esta autora.
Por otro lado, una base de datos sobre las reacciones de los gobiernos a la pandemia, elaborada por la Universidad de Oxford en el marco del Proyecto Covid-19 Government Response Tracker. Este relevamiento de información utiliza tres categorías para clasificar las respuestas de los gobiernos a la pandemia. Un índice global (IG) que sintetiza las respuestas de las diferentes categorías y dos índices específicos, uno “sanitario y de contención” (incluye medidas como prohibición de reuniones de más de cierto número de personas, cierre de escuelas, obligación en el uso de barbijos, etcétera) (ICS) y otro “económico” (apoyo a empresas y personas que deben cesar actividades, etcétera) (IE). Para profundizar en la construcción de estos indicadores y sus limitaciones recomendamos leer Hale et al. (2021) o nuestro propio artículo (Isabella et al., 2021). Vale mencionar que estos indicadores están estandarizados y se representan en una escala de 0 a 100. Su interpretación es simple: a mayor valor del indicador, mayor respuesta del gobierno, lo que no significa que la respuesta sea efectiva.
Para poder contrastar nuestra hipótesis, observamos los efectos al inicio de la epidemia (primera semana) en cada país y luego de que ésta se instala. Mediante estrategias econométricas de datos de panel se estima el efecto que tuvo la condición de “populista” del gobierno, en la intensidad de las medidas tomadas, separando los efectos en la primera semana de irrupción de la pandemia en el país de los efectos en el resto de las semanas observadas.
En todos los casos se confirma nuestra hipótesis: el populismo respondió de forma más débil al comienzo de la pandemia en cada país. Los resultados son robustos y muestran que en promedio tomaron medidas casi 30% menores que sus pares no populistas. Sin embargo, los resultados también confirman una reacción mayor en períodos subsiguientes. Mediante nuevas especificaciones pudimos corroborar que la reacción fue lenta, ya que no anticiparon el efecto de la pandemia a nivel local. Mientras algunos países comenzaron a actuar en semanas previas, estos países populistas no lo hicieron de igual forma, lo que obligó a mayores medidas sanitarias en los períodos subsiguientes.
Consideraciones finales
La pandemia ha sido un shock que ha permitido poner a prueba la definición del populismo y sus efectos en políticas públicas. Este hecho inusual, global, casi sincrónico, sumado a la disponibilidad de datos, ha permitido estudiar el concepto en diferentes regiones y al mismo tiempo. Así se pudo analizar si las consecuencias de estos liderazgos populistas son sólo palabras, o si tienen efectivamente respuestas disímiles en términos de políticas públicas.
Los resultados muestran efectivamente un comportamiento particular de estos gobiernos, que fueron menos reactivos a la pandemia inicialmente (dadas las características intrínsecas de cada país) y aportan cierta evidencia de una reacción más potente cuando la pandemia ya está instalada en el país. Este estudio no tiene por objetivo analizar las medidas y sus efectos (para esto ver Bayerlein et al., 2021), sino la propensión a practicar medidas proactivas ante la evolución de la enfermedad.
Nuestras estimaciones validan los resultados de los antecedentes revisados, pero también sugieren un hallazgo novedoso.
Finalmente, los resultados muestran la importancia de las posturas populistas como forma de hacer política, y su respuesta a fenómenos complejos e inusuales. Más allá de las limitaciones del estudio, los resultados muestran una vez más que el concepto de populismo sigue vigente y es una unidad de análisis relevante para entender las políticas implementadas.
Bibliografía Bayerlein, M., Boese, V. A., Gates, S., Kamin, K., & Murshed, S. M. (2021). “Populism and Covid-19: How Populist Governments (Mis) Handle the Pandemic”. V-Dem Working Paper, 121. Hale, T., Angrist, N., Goldszmidt, R., Kira, B., Petherick, A., Phillips, T. y Tatlow, H. (2021). “A Global Panel Database of Pandemic Policies” (Oxford Covid-19 Government Response Tracker). Nature Human Behaviour, 5(4), 529-538. Isabella F., Picasso S. y Rius A. (2021) “Pandemia, populismo y políticas públicas: ¿una reacción tardía?” Serie Documentos de Trabajo, DT 28/2021. Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Económicas y Administración, Universidad de la República, Uruguay. Kavakli, K. C. (2020). “Did Populist Leaders Eespond to the Covid-19 Pandemic more Slowly? Evidence from a Global Sample”. Working paper. Kaltwasser C (2018) “Studying the (Economic) Consequences of Populism”, American Economic Association, Papers and Proceedings. May 108:204–207. Lasco, G., y Curato, N. (2019). “Medical populism”. Social Science & Medicine, 221(1), 1–8. https://doi.org/10.1016/j.socscimed.2018.12.006. Leonhardt, D., y Leatherby, L. (2020). “Where the Virus is Growing Most: Countries with ‘Illiberal Populist’ Leaders”. The New York Times, 2 de junio de 2020. Norris, P. (2020). “Measuring Populism Worldwide”. Party politics, 26(6), 697-717. Stecula, D. A., y Pickup, M. (2021). “How Populism and Conservative Media Fuel Conspiracy Beliefs about Covid-19 and what it Means for Covid-19 Behaviors”. Research & Politics, 8(1), 2053168021993979. Van Prooijen, J. (2018). “Populism as Political Mentality Underlying Conspiracy Theories”. En Belief Systems and the Perception of Reality (pp. 79-96). Routledge.
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